La devoción al Sagrado Corazón de Jesus parte de una manifestación a un alma privilegiada: Santa Margarita María Alacoque (1647-1690).
Estaba rezando delante del Santísimo Sacramento, el 16 de Junio de 1675, cuando Nuestro Señor se le apareció. Después de un breve diálogo, Él apuntó a su pecho, señalando su propio Corazón y dijo:
“Aquí está el Corazón que tanto amó a los hombres, que no ahorró nada hasta agotarse y consumirse, para darles testimonio de Su amor, y, en reconocimiento, no recibe de la mayor parte de ellos sino ingratitudes, por sus irreverencias, sacrilegios y por las indiferencias y desprecios que tienen hacia Mí en el Sacramento del amor. Pero que me es aún más penoso en corazones que me están consagrados y actúan así.
“Por eso, Yo te pido que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento se dedique una fiesta especial para honrar Mi Corazón, comulgando en este día y haciendo un acto de reparación, en satisfacción de las ofensas recibidas durante el tiempo que estuve expuesto en los altares. Yo te prometo también que Mi Corazón se dilatará para distribuir con abundancia las influencias de su divino amor sobre aquellos que le presten culto y que procuren que le sea prestado”.
“Aquí está el Corazón que tanto amó a los hombres, que no ahorró nada hasta agotarse y consumirse, para darles testimonio de Su amor, y, en reconocimiento, no recibe de la mayor parte de ellos sino ingratitudes, por sus irreverencias, sacrilegios y por las indiferencias y desprecios que tienen hacia Mí en el Sacramento del amor. Pero que me es aún más penoso en corazones que me están consagrados y actúan así.
“Por eso, Yo te pido que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento se dedique una fiesta especial para honrar Mi Corazón, comulgando en este día y haciendo un acto de reparación, en satisfacción de las ofensas recibidas durante el tiempo que estuve expuesto en los altares. Yo te prometo también que Mi Corazón se dilatará para distribuir con abundancia las influencias de su divino amor sobre aquellos que le presten culto y que procuren que le sea prestado”.
La devoción al Detente, el escudo del Sagrado Corazón de Jesús, lleva consigo una Jaculatoria, que todos debemos rezar al inicio y al fin del día:
¡Detente enemigo! el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo.
Este sacramental, que es un trozo de tela, que hace alusión al Sagrado Corazón de Jesús, nos libra de los peligros en los que podamos vernos involucrados, muy particularmente ante accidentes, tragedias, y en la hora de la muerte, para alejar a Satanás y sus secuaces de nuestro lecho.
Origen del Escudo del Sagrado Corazón de Jesús
Santa Margarita Maria Alacoque –como cuenta en una carta dirigida a su Superiora, la Madre Saumaise el 2 de marzo de 1686– transcribe un deseo que le fue revelado por Nuestro Señor: “Él desea que usted mande hacer unos escudos con la imagen de Su Sagrado Corazón, a fin de que todos aquellos que quieran ofrecerle un homenaje, los coloquen en sus casas; y otros más pequeños, para que las personas los lleven consigo”3. Nacía, así, la costumbre de portar esos pequeños escudos.
Esta santa devota del Detente lo llevaba siempre consigo e invitaba a sus novicias a que hicieran lo mismo. Confeccionó muchas de esas imágenes y decía que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón.
La autorización para tal práctica, concedida al principio solamente a los conventos de la Visitación, fue más difundida por la Venerable Ana Magdalena Rémuzat (1696-1730). A esa religiosa, también de la Orden de la Visitación, fallecida en alto concepto de santidad, Nuestro Señor le hizo saber anticipadamente el daño que causaría una grave epidemia en la ciudad fran cesa de Marsella, en 1720, así como el maravilloso auxilio que los marselleses recibirían con la devoción a Su Sagrado Corazón. La referida visitandina hizo, con la ayuda de sus hermanas de hábito, millares de esos Detentes del Sagrado Corazón y los repartió por toda la ciudad donde se propagaba la peste.
La historia registra que, poco después, la epidemia cesó como por milagro. No contagió a muchos de aquellos que portaban el Detente y las personas contagiadas obtuvieron un auxi lio extraordinario con esta devoción. En otras localidades ocurrieron hechos análogos. A partir de entonces, la costumbre se extendió por otras ciudades y países.
Santa Margarita Maria Alacoque –como cuenta en una carta dirigida a su Superiora, la Madre Saumaise el 2 de marzo de 1686– transcribe un deseo que le fue revelado por Nuestro Señor: “Él desea que usted mande hacer unos escudos con la imagen de Su Sagrado Corazón, a fin de que todos aquellos que quieran ofrecerle un homenaje, los coloquen en sus casas; y otros más pequeños, para que las personas los lleven consigo”3. Nacía, así, la costumbre de portar esos pequeños escudos.
Esta santa devota del Detente lo llevaba siempre consigo e invitaba a sus novicias a que hicieran lo mismo. Confeccionó muchas de esas imágenes y decía que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón.
La autorización para tal práctica, concedida al principio solamente a los conventos de la Visitación, fue más difundida por la Venerable Ana Magdalena Rémuzat (1696-1730). A esa religiosa, también de la Orden de la Visitación, fallecida en alto concepto de santidad, Nuestro Señor le hizo saber anticipadamente el daño que causaría una grave epidemia en la ciudad fran cesa de Marsella, en 1720, así como el maravilloso auxilio que los marselleses recibirían con la devoción a Su Sagrado Corazón. La referida visitandina hizo, con la ayuda de sus hermanas de hábito, millares de esos Detentes del Sagrado Corazón y los repartió por toda la ciudad donde se propagaba la peste.
La historia registra que, poco después, la epidemia cesó como por milagro. No contagió a muchos de aquellos que portaban el Detente y las personas contagiadas obtuvieron un auxi lio extraordinario con esta devoción. En otras localidades ocurrieron hechos análogos. A partir de entonces, la costumbre se extendió por otras ciudades y países.
Escudo distintivo de los contra-revolucionarios
En 1789 estalló en Francia, con trágicas consecuencias par el mundo entero, un flagelo muchísimo más terrible que cualquier epidemia: la calamitosa Revolución Francesa.
En ese período, los verdaderos católicos encontraron amparo en el Sacratísimo Corazón de Jesús, y muchos sacerdotes, nobles y el común de la gente que resistieron a la sanguinaria Revolución anticatólica llevaban el Detente protector.
Entre las pertenencias de la Reina María Antonieta, guillotinada por el odio revolucionario, encontraron un dibujo del Sagrado Corazón, con la llaga, la cruz y la corona de espinas y las palabras: “Sagrado Corazón de Jesús, ¡Ten misericordia de nosotros!”
En 1789 estalló en Francia, con trágicas consecuencias par el mundo entero, un flagelo muchísimo más terrible que cualquier epidemia: la calamitosa Revolución Francesa.
En ese período, los verdaderos católicos encontraron amparo en el Sacratísimo Corazón de Jesús, y muchos sacerdotes, nobles y el común de la gente que resistieron a la sanguinaria Revolución anticatólica llevaban el Detente protector.
Entre las pertenencias de la Reina María Antonieta, guillotinada por el odio revolucionario, encontraron un dibujo del Sagrado Corazón, con la llaga, la cruz y la corona de espinas y las palabras: “Sagrado Corazón de Jesús, ¡Ten misericordia de nosotros!”
Otra Reina de Francia, también devota del Detente, fue María Leszczynska. En 1748 recibió como presente, del Papa Benedicto XIV, varios Detentes del Sagrado Corazón, en ocasión de su casamiento con el Rey Luis XV.
En la región de Mayenne (oeste de Francia), los Chouans –heroicos resistentes católicos, que enfrentaron con bravura y ardor religioso a los revolucionarios franceses de 1789– bordaban en sus trajes y banderas el Detente del Sagrado Corazón de Jesús. Era como un blasón y, al mismo tiempo, una armadura: “blasón” usado para reafirmar su Fe católica; “ar madura” para defenderse contra las embestidas adversarias.
También ostentaron el Detente como “armadura espiritual” muchos otros líderes y héroes católicos que murieron o lucharon en defensa de la Santa Iglesia, como los bravos campesinos seguidores del aguerrido tirolés Andreas Hofer (1767-1810), conocido como “el Chouan del Tirol”. Lo hicieron para protegerse en las luchas contra las tropas napoleónicas que invadieron el Tirol.
Más recientemente, los católicos cubanos que no se dejaron subyugar por el régimen comunista tenían especial devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Prisioneros y llevados al “paredón” (en donde eran umariamente fusilados), enfrentaron a los verdugos fidelcastristas gritando “¡Viva Cristo Rey!” –siguiendo el ejemplo de sus hermanos en el ideal católico, los Cristeros de México, también martirizados por odio a la Fe, a comienzos del siglo XX.
En la antigua Perla de las Antillas (la actual Isla Prisión) antes de ser esclavizada por la tiranía de Fidel Castro, había muchas estatuas del Sagrado Corazón de Jesús en sus arboladas plazas. Pero después de la domina ción comunista, las bellas estatuas del Sagrado Corazón de Jesús fueran derribadas y –asómbrese el lector– substituidas por otras del Che Guevara... La figura del guerrillero que tenía sus manos teñidas de sangre inocente, del revolucionario que hizo correr un río de sangre en varios países latino-americanos, ¡colocada en lugar de la imagen del Sagrado Corazón, que representaba la misericordia divina y el perdón!
El Escudo en ocasiones de gran peligro
En nuestros tiempos en que, debido a la violencia avasalladora y generalizada, los peligros nos amenazan por todas partes, el uso del Detente del Sagrado Corazón de Jesús es de primordial importancia. Llevándolo consigo –también puede colocarse en nuestra casa, junto al material escolar de nuestros hijos, en el automóvil, en el trabajo, sobre la cabecera de un enfermo, etc– estaremos repitiendo en el interior de nuestras almas, lo que dice el Apóstol San Pablo: “Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8, 31). No hay peligro de que Él no pueda librarnos. Y hasta en medio de las dificultades que la Pro videncia envíe para probarnos, tendremos confianza en la protección divina, que nunca abandona a quienes recurren pidiéndole amparo y protección.
En nuestros tiempos en que, debido a la violencia avasalladora y generalizada, los peligros nos amenazan por todas partes, el uso del Detente del Sagrado Corazón de Jesús es de primordial importancia. Llevándolo consigo –también puede colocarse en nuestra casa, junto al material escolar de nuestros hijos, en el automóvil, en el trabajo, sobre la cabecera de un enfermo, etc– estaremos repitiendo en el interior de nuestras almas, lo que dice el Apóstol San Pablo: “Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8, 31). No hay peligro de que Él no pueda librarnos. Y hasta en medio de las dificultades que la Pro videncia envíe para probarnos, tendremos confianza en la protección divina, que nunca abandona a quienes recurren pidiéndole amparo y protección.
Evidentemente, si nuestro pedido de auxilio es por medio de la Santísima Madre de nuestro Divino Redentor, Él nos oirá con mucho más agrado y nos atenderá más rápidamente: la ha constituido en Medianera de todas las Gracias y, al darnos por Madre a su propia Madre, nos manifestó una prueba mayor de amor.
Sagrado Corazón de Jesús, ¡en Ti la Patria espera!
Sagrado Corazón de Jesús y María, ¡sed nuestra salvación!
En este difícil y caótico momento histórico, tan cargado de calamidades de todo orden, mirad a nuestra Patria que nació católica e infundid profundamente en los corazones de vuestros queridos hijos argentinos el deseo ardiente de ser verdaderamente fieles al compromiso bautismal y, como soldados de Cristo, batallar con firmeza para que “Venga a nosotros vuestro Reino”.
Sagrado Corazón de Jesús y María, ¡sed nuestra salvación!
En este difícil y caótico momento histórico, tan cargado de calamidades de todo orden, mirad a nuestra Patria que nació católica e infundid profundamente en los corazones de vuestros queridos hijos argentinos el deseo ardiente de ser verdaderamente fieles al compromiso bautismal y, como soldados de Cristo, batallar con firmeza para que “Venga a nosotros vuestro Reino”.
Sagrado Corazón de Jesús ... ¡En Ti confío!
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